En apenas 24 horas estaré embarcado en un avión que me llevará a casa, pasando por Singapur, Barcelona y Madrid. Es por ello que quiero aprovechar este post para incluir en el, no solo el final de mi viaje por carretera, sino también los posteriores meses en Down Under.
Pues vayamos directo a ello:
Si mal no recuerdo, nos quedamos en Melbourne. Eran días previos a Navidad y después de recoger nuestro coche de alquiler (un Toyota Corolla automático con el volante a la derecha) nos pusimos rumbo a la aventura.
Nuestro primer destino seria el Parque Nacional Grampians, pasando por Ballarat, una pequeña ciudad que sufrió la fiebre del oro en 1851 y vivió una lucha civil por los derechos de los mineros llamada «Eureka Rebellion». Sin duda un punto importante en la historia Australiana.
Los «Grampians» es un Parque Nacional de considerables proporciones (como casi todo en este inmenso país). Debimos reducir significativamente nuestra estancia en el Parque, pues el tiempo apremiaba.
Que decir que las vistas y parajes de los Grampians son digno de mención, pero sin duda, lo que más llamó nuestra atención fueron unos pequeños seres saltarines que correteaban por el Parking.

¡Canguros en frente de nuestras narices! Eso se merecía unas fotos. Pudimos incluso darles de comer y estar un buen rato a su lado. ¡Extrañas criaturas donde las haya! Pero muy graciosas…
Después de juguetear con los canguros, nos dirigimos al pueblo donde nos alojaríamos aquella noche: Warnambool.
No pudimos ver mucho de ese pueblo, pues llegamos a la caída del sol y fuimos directamente a nuestro Backpacker. Añadir que tuvimos mucha suerte y conseguimos habitaciones vacías pues, no sé si lo he comentado, pero, exceptuando Melbourne y Sydney, íbamos sin alojamiento reservado.
El día de Nochebuena amaneció nublado, pero eso no impidió seguir nuestro camino. Esta vez me tocaba a mi conducir, mi primera vez por la izquierda. Nos pusimos en camino hacia la Great Ocean Road, una larga carretera que discurre por la costa sureste de Australia.
Como teníamos el tiempo justo y muchos kilómetros por delante decidimos reducir las paradas a unas pocas. Por supuesto, una obligatoria eran Los 12 Apóstoles.

La carretera era estrecha y el tiempo no acompañaba. Niebla espesa y lluvias torrenciales. Y encima por la izquierda.
Sin duda, una de las conducciones más extremas a las que me he enfrentado. Pero eso no rebajó nuestras ganas por visitar nuevos lugares y hacer fotos, muchas fotos.
Hay muchos lugares por visitar en la Great Ocean Road y en un día es prácticamente imposible poder disfrutar siquiera del 30%. Por el camino que nos llevaba hacia un faro que nunca llegamos a visitar, pudimos vislumbrar otra sorpresa.
Unos seres diminutos y peludos encaramados a las ramas de Eucalipto y echándose una siesta de 20 horas. El lugar estaba plagado de Koalas!!!! Increíble la vida que se pegan estos animalitos. Por algo son Australianos: «No worries, mate!»
El día llegaba a su fin y nuestra siguiente parada estaba a más de 300 km. Decidimos ir a Philip Island donde a la caída del Sol nos encontraríamos con unos seres con gabardina. He de avisar que ese día era Nochebuena, un detalle importante para lo que pasaría más adelante. Y por fin, después de kilómetros y más kilómetros llegamos a la dichosa isla. He de decir que no nos esperábamos lo que nos encontraríamos allí.
Un completo negocio alrededor de los pingüinos más pequeños del planeta y sus nidos. Para su conservación y desarrollo decían. La entrada al recinto del que se suponía que saldrían los pingüinos a la caída del sol costaba $20. Seguía lloviendo y las gradas estaban mojadas. Una hora tuvimos que esperar hasta que una mujer salió a la palestra y tras comentar unas absurdas reglas, comentó que los pingüinos saldrían del agua en breve. Segundos después, el primer grupo de pingüinos hacía acto de presencia.
Qué controlado lo tenían. ¿Cómo es posible que en el mismo instante que la mujer esta lo dijera, salieran los pingüinos? Sinceramente, no lo se. No hay fotos de este momento, pues una de las normas era no hacer fotos a los pingüinos. De todas maneras, era de noche, y las fotos hubieran sido de muy mala calidad por la distancia que teníamos. Cuando nos cansamos de ver pingüinos y más pingüinos, nos encaramos en busca de un restaurante para hacer nuestra cena de nochebuena. Nunca hubo tal cosa.
Estábamos en Australia, las 10 de la noche, nadie en la calle, todo cerrado. Busquemos un sitio para dormir y mañana haremos una buena comida de Navidad dijimos…Y de repente, una luz brilló en la oscuridad. El piloto de la Reserva se encendió. Nos quedábamos sin gasolina y todo estaba desierto.
Todas la gasolineras cerradas. No sabíamos cuanto nos quedaba de depósito, era una completa incógnita. Así que nos aferramos a un último recurso: la policía.
La cara del poli al explicarle nuestra situación era digna de foto. No se desternilló en nuestra cara por pura decencia. Unos pobrecillos turista perdidos en un pueblo alejado de la mano de Dios y sin apenas gasoil. En aquel momento no nos reíamos. No.
El buen hombre nos ofreció una solución: seguirle con nuestro coche hasta el pueblo vecino donde había una gasolinera 24h y en caso que nos quedáramos tirados, uno de nosotros le acompañaría para cargar con un bidón de gasolina.
Finalmente, conseguimos llegar a la gasolinera y llenar el depósito. Ni que decir que ese buen samaritano era nuestro Papa Noel particular. ¿Quizás era por ello que tenía la barba y el pelo blanco? No, que va… no tenia barba, quizás iba de incógnito.
Después de esa nochebuena que no olvidaremos en la vida las cosas no mejorarían mucho. Pusimos rumbo a la capital del país: Canberra, pero antes pasamos por el pueblo donde murió Ned Kelly, un héroe australiano para algunos, un bandolero para otros. Si os interesa su historia podéis ver la película interpretada por el fallecido Heath Ledger y con el nombre del propio bandolero.

Después de esa rápida parada llegamos a Canberra, la capital del país. Nunca he visto una ciudad más artificial que esa. Y encima la distribución es un autentico caos: todo lleno de rotondas y de calles circulares. Perfecto para perderte.
Y encima seguía lloviendo. Y era Boxing day, nada abierto.
Comentar que la comida de Navidad la hicimos en un bar de carretera a las 5 de la tarde disfrutando de unas deliciosas hamburguesas, sin duda muy australiano.
La visita a Canberra fue rápida y tras varios desafortunados intentos de encontrar la embajada española pusimos rumbo a Sydney.
Lo primero que debíamos ver en los alrededores de Sydney era el Parque Nacional de las Blue Mountains, pero el tiempo era pésimo y la niebla nos impedía ver lo más característico del lugar. Había momentos que no sabíamos si estábamos en Australia o en Inglaterra. Aun así, dimos un paseo por el parque. Nos mojamos y nos reímos. Con eso bastaba.
Al día siguiente nos esperaba Sydney y sus lugares más emblemáticos: el Aquarium y la Ópera. El Aquarium no es nada del otro mundo, y la Opera House es foto obligatoria. Poco más que decir de Sydney. Mucho tráfico y mucha gente. Por algo es la primera ciudad del país. Si tuviera que elegir, me quedo con Melbourne, sin duda la más Cosmopolita y Europea ciudad Australiana, pero esto es solo mi opinión.

El final del viaje lo hicimos en un día: 1.000 km en 17 horas. Con las paradas que marca el sentido común, por supuesto. La situación del momento nos obligó a elegir esta opción: no había alojamiento disponible por el camino.
Y prácticamente este fue nuestro viaje por tierras sureñas australianas. Por supuesto este ha sido un resumen muy escueto de lo acontecido, pero espero que la hayáis vivido casi como lo vivimos nosotros.
Y de lo que ha sucedido después de este «Road Trip», poco que contar: IELTS y su preparación, con lo que poca fiesta y mucho, mucho estudio…
Os habéis quedado un rato pensando, ¿verdad? Sí, lo sé, eso de mucho estudio no se lo cree nadie. Vale, es verdad… mucha fiesta y poco estudio. Pero todo sin salir de Brisbane.
Y ahora ha llegado el momento de volver a casa. De recoger todos mis bártulos y contaros todo de primera mano. Pero no os ilusionéis pues mi instancia será breve. Mi próximo destino esta más cerca, pero fuera de las fronteras españolas. En breve habrá un post dedicado en exclusiva a ello.
Y a mis amig@s españoles que dejo en Australia (y los no españoles también por supuesto), decirles que les echaré de menos y que espero verlos muy, muy pronto. Ha sido todo un honor pasar y disfrutar de estos 6 meses en Oz.
Con todo y con ello me despido por fin de Australia, pero no desesperes pues volveré. Más tarde o más temprano, pero volveré a las antípodas.
Un beso para vosotras y un abrazo para vosotros. Nos vemos en los bares. Os quiero a todos por igual 🙂